2 de abril de 2014

MÚSICA EN EQUILIBRIO/ Principios de la Técnica Alexander


Aliviar el dolor y la tensión muscular, relajar la mente y controlar nuestras emociones. Estos tres puntos son fundamentales para tener un mayor control sobre nuestro cuerpo y nuestra mente y, gracias a ello, un mayor rendimiento en aquello que queramos hacer. La Técnica Alexander es una de las técnicas para el alto rendimiento más desarrolladas y con más vigencia en el campo de lo psicofísico, aunque su aceptación en el campo científico es relativamente reciente y han hecho falta años y estudios empíricos para demostrar su eficacia. A grandes rasgos, la Técnica Alexander tiene como objetivo principal conseguir el equilibrio, un equilibro capaz de generar bienestar y actitud positiva. Este equilibro se consigue a través del conocimiento y comprensión de nuestro propio cuerpo y de nuestra mente a través del control de la relación entre cuello, espalda y cabeza. 


Por supuesto la Técnica Alexander puede aplicarse a todo el mundo y entra dentro de esas prácticas que facilitan nuestra vida cotidiana. Pero también es cierto que este equilibro es más necesario en algunos profesionales sometidos a presiones escénicas, posturales o con esfuerzos intensos concretos. Entre estas personas destacan especialmente los deportistas (que pueden obtener gracias a este método mayor elasticidad y timing) y los profesionales de las artes escénicas como músicos, cantantes, actores y bailarines, que la aplican como un método eficaz para ganar seguridad en el escenario, mejorar coordinación y controlar el nivel de energía, la percepción y la calidad de la voz. Precisamente es en el campo de la música donde esta técnica tiene más adeptos y aplicaciones en la actualidad. Por eso, a pesar de que se trata de un método difícil de definir con palabras, vamos a intentar describir qué es la Técnica Alexander, cuál es su origen y cómo los músicos pueden aplicarla con éxito.

Frederik Matthias Alexander: el actor que perdía la voz en el escenario

La Técnica Alexander recibe su nombre de su creador, Frederik Matthias Alexander. Frederik Alexander era actor y recitador de éxito. Se había formado en el teatro y participaba en recitales en Melbourne, ciudad a la que se había trasladado a los veinte años. Su niñez había transcurrido en Tasmania, donde se había convertido en un experto adiestrador ecuestre desarrollando una sensibilidad especial en el tacto, algo que como veremos más adelante, será fundamental en el desarrollo y explicación de su técnica. Cuando su carrera profesional comenzaba a despuntar, Frederik sufrió un accidente que cambió su vida para siempre: se quedó totalmente mudo durante un recital. Buscó respuestas en diversos médicos y, al no encontrarlas, empezó a buscar los motivos que habían hecho que se quedara sin voz.

Su punto de partida fue la observación de sí mismo: si no había nada patológico, si no había nada que los médicos pudieran ver, si su voz en circunstancias normales “funcionaba” correctamente, la respuesta tenía que estar en que él mismo, de forma inconsciente, hiciera algo cuando subiera al escenario que neutralizaba su voz. Tras un largo tiempo de autoexploración que incluía observarse a sí mismo durante horas con espejos, se dio cuenta de que la clave de todo estaba en la relación entre cuello, cabeza y espalda. También se percató de que algunos movimientos iban ligados a una contracción de su cuerpo, y que para evitar esa contracción, debía evitar directamente ese movimiento. Es decir: había que empezar de cero. 


Teniendo en cuenta eso, Alexander estableció los siguientes principios: 
  • CONTROL PRIMARIO. Sobre cuello, espalda y cabeza.
  • SABER PARAR. Frenar lo que te impide avanzar y empezar de cero, siguiendo siempre los principios de la relación de cuello, espalda y cabeza.
  • INHIBICIÓN. O lo que es lo mismo, conseguir un buen CONTROL PRIMARIO antes de emprender cualquier acción.

Tras varios años Frederik Alexander consiguió superar sus problemas vocales. De vuelta a los escenarios muchos compañeros y algunos de los médicos que no habían podido “curar” su problema le incitaron a que ayudara a otros con su método milagroso. Además, aquel sentido del tacto tan extradesarrollado desde su infancia le permitía no sólo ser más consciente del control primario en su propio cuerpo sino que era una baza fundamental para poder enseñarlo a los demás.

En 1904 abandona definitivamente Australia y se muda a Inglaterra donde durante los 25 años siguientes enseña su técnica en Londres y Estados Unidos, abriendo su primer Centro de Técnica Alexander en 1931. Dedicará el resto de su vida a mejorar y divulgar su técnica, que tuvo entre sus seguidores nombres con entidad como George Bernad Shaw, John Dewey, Aldous Huxley. Alexander dedicó el resto de su vida a la divulgación y mejora de su método. 

Las enseñanzas de  Frederik Matthias Alexander se recogen en cuatro libros: 
  1. “MAN’S SUPREME INHERITANCE” – 1910
  2. “CONSTRUCTIVE CONSCIOUS CONTROL OF THE INDIVIDUAL” – 1924
  3. “THE USE OF THE SELF” – 1932.
  4. “THE UNIVERSAL CONSTANT IN LIVING” – 1942



Para empezar, hay que destacar que la Técnica Alexander no es una tabla de ejercicios ni un tratamiento. Es una educación (o mejor dicho, re-educación) de uno mismo que aporta seguridad y control sobre nuestro cuerpo. Tiene su origen en la educación corporal para aprender a hacer movimientos de forma libre, relajada y con más facilidad. Para ello es fundamental entender cómo esta diseñado nuestro cuerpo y establecer así una coordinación perfecta entre éste y nuestra mente. Este proceso exige, de forma gradual y a veces lenta, un primer reconocimiento de nuestros hábitos adquiridos para ir perdiéndolos en favor de otros más naturales y que son los que nuestra propia mente nos pide. 


La Técnica Alexander intenta restablecer hasta el punto cero la relación natural entre cabeza, cuello y la espalda, que son el centro del cuerpo y a la vez las partes que dan soporte y fuerza a los miembros los cuales proveen la estructura para la respiración y para los órganos internos. Esta relación natural entre cabeza, cuello y espalda puede verse trabajando correctamente y sin esfuerzo en niños pequeños.

¿Por qué los músicos? El aspecto físico de tocar un instrumento implica una serie de movimientos complejos y muy repetitivos que implican la actividad de diferentes órganos y partes del cuerpo como brazos, manos, dedos o aparato respiratorio. Las dificultades que sufren la mayoría de los músicos es que tienen dolor derivado de estos movimientos repetitivos. El motivo es que estos dolores muchas veces son causados porque ese “movimiento” se aprendió en su origen con una contracción muscular innecesaria. Cuando lo aprendimos así, lo hicimos por debajo de nuestro registro sensorial, sin ser conscientes de ello, y una vez asimilado somos incapaces de realizar ese movimiento sin la contracción asociada a él. Nuestro cuerpo y nuestra mente están totalmente viciados. Además, estos hábitos vienen asociados por un estímulo inicial y una respuesta. En el caso de los músicos, el estímulo es “quiero tocar un instrumento” y la respuesta es esa sucesión de movimiento+contracción. Enseñar el principio de la técnica a un músico tiene como objetivo incrementar la conciencia de él mismo como un todo hasta que pueda detectar la interferencia en el control primario del cuerpo (la relación cuello cabeza espalda). 

La respuesta ante esta situación, según la Técnica Alexander, es volver al punto cero, reeducar, redirigir. Siempre partiendo de la base de que da igual la parte del cuerpo que usemos (pies, dedos, manos o voz), somos un todo que hay que controlar. Así la técnica Alexander no sólo educa en movimientos o posturas, también en cómo estamos quietos, cómo respiramos, como aprendemos, como organizamos nuestra conciencia, nuestra atención y sobre todo cómo elegimos nuestras reacciones frente a una situación demandante. En definitiva, una disciplina mental y reflexiva y esencialmente práctica para resolver cualquier tipo de problema.