RACHMANINOV, CONCIERTO N.2 PIANO Y ORQUESTA PALAU MUSICA VALENCIA
22 de noviembre de 2013, Palau de la Música de Valencia.19,30 h.
Yarom Traub, director.
Khatia Buniatishvili, piano " Scriabin, Glazunov y
Rachmaninov constituyen la gran tríada de sinfonistas rusos de la época de
transición entre la Escuela de los Cinco y los jóvenes revolucionarios
Prokofiev y Stravinski. Serguei Rachmaninov ha alcanzado una popularidad no
siempre justificable, en contraste con el relativo desconocimiento
que el llamado “gran público” muestra hacia sus compañeros. Pocos
oyentes estarán familiarizados con las sinfonías de Glazunov o con
las sonatas de Scriabin. En cambio, todos habrán tarareado más de una
vez el melodioso movimiento central del Segundo concierto de
Rachmaninov.
La personalidad de este músico -a menudo denostado por la crítica-
ofrece rasgos apasionantes. Profundamente aristocrático en sus
maneras, introvertido, mimado por el público gracias a sus
excepcionales dotes como virtuoso del piano, aquejado de un humor
depresivo y desconfiando continuamente de su propia valía, Rachmaninov se nos
aparece como la suma y antítesis del artista romántico. Amante de la música
popular de su país, incorpora giros y ritmos que nacen de ella,
sometiéndolos a una elaboración virtuosística -en el piano y en la
orquesta- sin renegar de la cualidad eminentemente vocal de
las melodías. El piano prodiga rubati y arpegios que exacerban la
sensibilidad del oyente, prendido por el innegable magnetismo de
esas largas y melancólicas tonadas de la cuerda que irrumpen de
improviso, en medio de un desarrollo puramente sinfónico. La habilidad
de Rachmaninov al insinuar citas fragmentarias y ocasionales propicia un talante
cíclico que favorece nuestro deseo de escuchar la expansión final del motivo,
con toda una flagrante dosis de sentimentalidad, muy próxima al
simple mal gusto. Ni que decir tiene que toda interpretación
volcada hacia esa óptica colmará los deseos del público menos cultivado.
Como contrapartida, el lado sarcástico, amargo y macabro de
Rachmaninov suele quedar inédito. Recordemos cómo esos ritmos
pujantes, esos súbitos estallidos de sonido, también dan lugar a
una refinada introspección en la propia sociedad del individuo, confrontado
a un destierro físico y espiritual. Rachmaninov es el gran exiliado de la música
rusa después de la Revolución de 1917. Paradójicamente, su conservadurismo
muestra la mayor reticencia frente al academicismo musical
soviético en contraste con un Prokofiev, capaz de “evolucionar”
hacia postulados netamente románticos, partiendo de una vanguardia
más externa que real. Rachmaninov permanece ajeno a las corrientes vienesas,
como antes a las impresionistas. Su huida hacia el pasado no es sino reflejo de
su propio despliegue anímico, de su permanente ansia de soledad.
Su última obra importante, la Rapsodia sobre un tema de
Paganini se basa en un Capricho del legendario violinista,
contrapuesto a la secuencia medieval del Dies Irae. En el epicentro, la
variación decimoctava renueva el clima de canción, intensamente
lírico, de los primeros conciertos"
Extracto del libro Programa en mano de Gonzalo Badenes
publicado por Impromptu Editores.
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